DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

La expresión “no tengáis miedo” que se repite tres veces, se usa frecuentemente en el Antiguo Testamento para asegurar la ayuda divina. Ahora estas palabras de consuelo se dirige a los discípulos para que superen el miedo y la angustia que trae consigo la persecución.

Jesús sabe que la misión de los discípulos estará marcada por la persecución; por otra parte “el discípulo no es más que su maestro” y el Maestro será rechazado y lo mataran. Jesús exhorta a los Doce a ser valientes, a no tener miedo, confiando en el Padre que los cuida y los protege, que los conoce y los ama personalmente. La persecución se desencadenará contra los discípulos de Jesús porque la palabra que anuncian es palabra de verdad que desenmascara mentiras, coartadas y componendas, muy preciadas para quienes no quieren convertirse al amor. Sin embargo, tienen que proclamarla a todos, y la verdad prevalecerá, como la luz sobre las tinieblas. La misión de dar testimonio de Jesús y anunciar su Palabra no está reservada a un círculo restringido de personas, sino que, de hecho, cada discípulo -uniendo su suerte a la del maestro- es constituido en testigo y apóstol. Propio del testimonio, y así lo establece Jesús, es la comunión real y la pertenencia recíproca con él. Si alguien no da testimonio de Jesús siempre, no será reconocido como discípulo suyo delante del Padre.