La expresión “no tengáis miedo” que se repite tres veces, se usa frecuentemente en el Antiguo Testamento para asegurar la ayuda divina. Ahora estas palabras de consuelo se dirige a los discípulos para que superen el miedo y la angustia que trae consigo la persecución.
Jesús sabe que la misión de los discípulos estará marcada por la persecución; por otra parte “el discípulo no es más que su maestro” y el Maestro será rechazado y lo mataran. Jesús exhorta a los Doce a ser valientes, a no tener miedo, confiando en el Padre que los cuida y los protege, que los conoce y los ama personalmente. La persecución se desencadenará contra los discípulos de Jesús porque la palabra que anuncian es palabra de verdad que desenmascara mentiras, coartadas y componendas, muy preciadas para quienes no quieren convertirse al amor. Sin embargo, tienen que proclamarla a todos, y la verdad prevalecerá, como la luz sobre las tinieblas. La misión de dar testimonio de Jesús y anunciar su Palabra no está reservada a un círculo restringido de personas, sino que, de hecho, cada discípulo -uniendo su suerte a la del maestro- es constituido en testigo y apóstol. Propio del testimonio, y así lo establece Jesús, es la comunión real y la pertenencia recíproca con él. Si alguien no da testimonio de Jesús siempre, no será reconocido como discípulo suyo delante del Padre.