DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

 

‘Rema mar adentro y echad las redes para pescar’.

Jesús nos invita a tener un encuentro con Él en la interioridad. Nos llama desde el mar a los que buscamos la seguridad en la orilla, para que entremos y gocemos de la belleza del abandono confiado y nos atrevamos a vivir la vida de forma creativa. No tiene en cuenta nuestra pequeñez ni nuestra vulnerabilidad; le agrada la audacia de la fe y de la entrega. Su palabra, desafío a ir más allá de lo que hacemos y vivimos, merece confianza. Entremos en la interioridad y vayamos sin miedo a su encuentro.Jesús, tú, nos invitas a crecer como personas, a volar como las águilas. Gracias por tu amor.  

‘Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes’.

Hemos trabajado y no hemos visto el fruto. Parece esto una legítima excusa para abandonar. ¿Qué sentido tiene ir al encuentro con Jesús desde el fracaso, con las manos vacías? Al ver la desproporción entre la propuesta de Jesús y nuestra nada, preferiríamos quedarnos en la orilla. ¡Tantas veces hemos probado lo que dan de sí nuestras fuerzas! Pero cuando todo parecía terminar, comienza el camino de la fe, que nos invita a salir de nuestros límites. La palabra de Jesús es más fuerte que todas nuestras razones. Su luz rompe nuestra noche, su valentía aleja nuestros miedos. Si Tú lo dices, echaremos las redes.    

Hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red.

La generosidad de Jesús es desbordante. ¡Quién más amigo de dar que Él! Su palabra nunca defrauda. Solo aguarda nuestra fe en Él para mostrar su derroche de amor. Su plenitud revienta nuestros esquemas. Su grandeza no avasalla nuestra libertad. Nos lleva al asombro. Salimos a buscarte en la noche y Tú vienes al encuentro con tu amor. Gracias, Señor.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: ‘Apártate de mí, Señor, que soy un pecador’.

La presencia salvadora de Jesús deja al descubierto nuestro pecado. ¡Somos tan vulnerables! ¿Qué hacer? Es comprensible la actitud de Pedro. Nos dan ganas de huir y de escapar de la presencia de Jesús. No somos dignos. Pero Jesús no ha venido a alejar sino a acercar y llamar a los perdidos. La santidad del Padre, que Él anuncia, es el colmo de la bondad y la ternura, de la misericordia. Gratuitamente, nos abre su corazón y nos abraza. Dios es así. ¿Cómo puede el Bien hacernos mal?Jesús, puestos a tus pies, reconocemos nuestro pecado.  

Jesús dijo a Simón: ‘No temas: desde ahora, serás pescador de hombres’.

Al asombro le sigue la llamada de Jesús a colaborar en su Reino. ‘No temas’. El estar con Él nos ha hecho nuevos, hermanos. Su poder nos da la fuerza para ser misioneros de su libertad, perdonadores de los pecados que destrozan la vida y ahuyentan la alegría. Jesús nos envía, como cirios de luz en la vida cotidiana, a crear una nueva humanidad a base de misericordia. Nosotros, ponemos sus pies en sus pisadas, vamos con Él. Te damos gracias, Jesús; sin ti, nuestra vida no sería lo que es.

¡Qué gran amigo eres!     

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Jornada de Infancia Misionera

El niño de Infancia Misionera siempre dice: “Gracias”

24 de enero 

La finalidad de esta Jornada misionera, por tanto, es suscitar en los niños la acción de gracias por:

— El don de la creación. Al contemplar la naturaleza, conviene promover entre los niños una corriente de gratitud y respeto por la belleza de tantas cosas que proceden de la bondad de Dios.

— El don de la vida. Los bienes disponibles para la subsistencia, como la comida, la vivienda, la salud, el vestido, la convivencia, etc., son regalos concedidos por Dios a través de la bondad y generosidad de los demás.

— El don de la fe. Entre los dones recibidos destaca este, el cual nace de que alguien nos ha traído la buena noticia de que Dios es nuestro Padre. Al reconocer los fieles de Colosas el don del Evangelio, Pablo les anima a dar “gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados” (Col 3,16).

— El don de ser “pequeños misioneros”. Los niños de Infancia Misionera descubren cada día que también ellos son protagonistas de esta corriente anunciadora de la bondad de Dios. Con su estilo de vida, su oración y generosidad, y sobre todo con su servicio a los demás, son como los misioneros que un día salieron de su tierra para estar muy cerca de los que más lo necesitan.

Para el niño de Infancia Misionera, la palabra “gracias” no es una simple respuesta de educación o convencional: es la expresión de lo que realmente siente en su corazón.

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

LENGUAJE DE GESTOS

El evangelista Juan no dice que Jesús hizo «milagros» o «prodigios». Él los llama «signos» porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.

Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los signos. El prototipo de los que Jesús irá llevando a cabo a lo largo de su vida. En esa «transformación del agua en vino» se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.

Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia, el símbolo más expresivo del amor,  la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando éstas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total.

El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.

No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida dura de aquellos campesinos.

A muchos contemporáneos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes. Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer más signos cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida.

¿Quién querrá escuchar hoy lo que ya no se presenta como noticia gozosa, especialmente si se hace invocando el evangelio con tono autoritario y amenazador? Jesucristo es esperado por muchos como una fuerza y un estímulo para existir,  y un camino para vivir de manera más sensata y  gozosa. Si solo conocen una «religión aguada» y no pueden saborear algo de la alegría festiva que Jesús contagiaba,  muchos seguirán alejándose.

José Antonio Pagola

DOMINGO II DE NAVIDAD 2016

Dios no es un ser lejano. Es un Dios que habla, y su Palabra es entrañablemente cercana. Se ha hecho un niño y ha nacido en Belén.

Antes, durante siglos, había hablado por medio de profetas y había enviado Ángeles como mensajeros. Pero ahora nos ha hablado de otra manera: nos ha enviado a su Hijo. Y el Hijo es superior a todos los profetas y a los Ángeles. (Es lo que nos dice el autor de la carta a los Hebreos).

Y es también lo que llena de entusiasmo a S. Juan, en el prólogo de su evangelio, la solemne página que acabamos de escuchar: la Palabra estaba junto a Dios -la palabra era Dios, y la Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros.

La Palabra, ya lo sabemos, se llama Cristo Jesús, el hijo de Dios, que desde la primera Navidad es también hijo de los hombres.

Dios nos ha dirigido su Palabra. Si entre nosotros puede tener tanta transcendencia el dirigirnos o no la palabra unos a otros, si nuestra palabra de amistad, de interés o de amor, puede significar tanto ¿qué sería esa Palabra de Dios, su propio Hijo que ha querido hacerse uno de nuestra raza y está para siempre entre nosotros? No, no es el nuestro un Dios mudo y lejano, es un Dios cercano y que nos habla y su Palabra se llama de una vez por todas Jesús. Y desde entonces siempre es Navidad porque siempre está esa Palabra de Dios dirigida vitalmente a nosotros, en señal de amistad y de alianza.

Este es el misterio de la Navidad que hoy nos recuerda la liturgia y vuelve a llenarnos de alegría. Una palabra hecha persona, que es el Hijo mismo de Dios y por el cual Dios nos acepta también a nosotros como hijos.

Acojamos a Cristo, el Hijo de Dios y Hermano nuestro; que no se pueda decir de nosotros lo que Juan ha dicho de los judíos: «al mudo vino y el mudo no le conoció; vino a su casa y los suyos no le recibieron». Por este Jesús, el Salvador, el mundo tiene esperanza. El futuro es siempre más prometedor que el presente. Porque él es para siempre, y sin retractación posible,. Dios con nosotros.

COMPARTIENDO CARISMA

Cristina

Cito a la Hna. Cristina Kaufmann en su reflexión sobre nuestro santo padre, Juan de la Cruz, precisamente hoy, 14 de diciembre en que los Carmelitas celebramos solemnemente al gran santo de Fontiveros.

Me parece importante descubrir en él un estilo de autoridad y magisterio espiritual que no se basa en leyes, observancias accidentales, normas minuciosas, sino que va a la raíz misma de la condición humana llamada-y por eso capacitada-a llegar desde su finitud y limitación por el austero camino de la vida concreta y muchas veces insignificante, a un destino glorioso. sirva como ejemplo y explicación de lo que intento decir la siguiente cita de una carta a doña Juana de Pedraza: «¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos y andar en sus cosas como pudiéremos?Como esto haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces…?» (12 oct. 1589)

Quien ayude y acompañe así a las hermanas descalzas participa de la autoridad de san Juan de la Cruz y de su hermandad, y más aún, participa de la vocación de Jesús que es «Hermano, Compañero y Maestro» y no necesita de complicadas leyes y normas para garantizar la pervivencia o supervivencia del carisma teresiano-sanjuanista entre las descalzas. La fraternidad vivida desde la hondura de la vida teologal al estilo de Teresa y Juan es fuente de vida inagotable y al mismo tiempo fruto de santidad para la iglesia entera con influjo regenerador en toda la humanidad.

Así se expresaba nuestra hermana Cristina en su libro «El rostro femenino de Dios» (Ed. Desclée De Brouwer, p. 182)

Solemnidad de San Juan de la Cruz

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“Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad? Jesús les replicó: Os voy a hacer yo también una pregunta… El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?… Respondieron: No sabemos. Él… les dijo: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto” (Mateo 21,23-27).

Celebración Orante en la fiesta de San Juan de la Cruz

Comenzamos escuchando el saludo del papa Benedicto XVI: “La puerta de la fe, que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida” (PF 1).

En el Adviento, le pedimos a Juan de la Cruz que nos acompañe . Un místico, un enamorado de Dios, su Amado, que cantó la “Llama de amor viva”. Vamos a escucharle.

1. EXPERIENCIA DE LA NOCHE

Escuchamos sus versos:

Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo. 
En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad. 

Vamos a atrevernos a vivir algo de esto que nos dice Juan de la Cruz. ¿Os parece?

. Busca un lugar en el que puedas estar a solas (Cualquier rincón es bueno).

. Cierra los ojos a tantas luces que no te iluminan y entra en la noche (Se apagan las luces).

. Haz silencio de tantas palabras vacías, que no llegan al corazón. Busca el silencio.

. Póstrate, inclínate como gesto de verdad, de no querer valer más que otros, de no pretender grandezas que te superan.

. Ponte en humildad, que es andar en verdad

. Si quieres llegar a tenerlo todo, si quieres abrazar con la fe a tu Amado Dios (Un tiempo de silencio)

Canto: Busca el silencio, ten alerta el corazón, calla y contempla.

POEMA DE JUAN DE LA CRUZ: “LA NOCHE”

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía. 
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado. 

2. EL AMOR DE DIOS SALE A NUESTRO ENCUENTRO EN JESUS

Mira el Cristo que pintó Juan de la Cruz, expresión del amor entregado de Dios para nosotros, signo de un Dios que se anonada, que esconde su rostro, para darnos vida. (Se muestra el icono de Cristo. Mientras lo miramos, escuchamos la palabra de Juan 3,16: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”).

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De la cruz nace la eucaristía, Fonte que mana y corre en la noche, presencia de amor de Jesús en medio de nosotros.

Aquella eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida.  
Aunque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo
en este pan de vida yo la veo.
Aunque es de noche. 
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura. 

3. LA LLAMA DEL ESPÍRITU

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro! 

El Padre y el Hijo nos regalan la llama de amor viva del Espíritu, para que su fuego y su alegría nos acompañen en el camino de la fe. Esta llama se acerca a nuestros corazones para encender la llama del amor.

  • “Esta llama de amor es el Espíritu Santo, al cual siente ya el alma en sí” (Ll 1,1,3). (Todos: Ven Espíritu Santo, toca nuestra vida, enciende en nosotros el amor. Haznos cercanos a los que sufren.
  • “Estos actos de amor del alma son preciosísimos; y merece más en uno y vale más que cuanto había hecho en toda su vida sin esta transformación” (Ll 1,1,3). Ven Espíritu Santo. Transfórmanos. Enséñanos a confiar en tu amor en medio de las dificultades.
  •  “En este estado no puede el alma hacer actos, que el Espíritu Santo los hace todos y la mueve a ellos; y por eso, todos los actos de ella son divinos, pues es hecha y movida por Dios” (Ll 1,1,4). Ven Espíritu Santo, modela nuestra vida con tus inspiraciones, para que seamos testigos creíbles del Evangelio.
  • “Y así, estando esta alma tan cerca de Dios, que está transformada en llama de amor, se le comunica el Padre, Hijo y Espíritu” (Ll 1,1,6). Ven Espíritu Santo, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana.
  •  “En la sustancia del alma, donde ni el centro del sentido ni el demonio puede llegar, pasa esta fiesta del Espíritu Santo” (Ll 1,1,9). Ven, Espíritu Santo. Llena de alegría a la Iglesia.

 4. LA DANZA Y LA ALEGRÍA EN EL CAMINO DEL AVIENTO

La alegría, que el Espíritu pone en nuestros corazones, nunca es egoísta, siempre es solidaria, cercana a los que sufren, creadora de comunión en la Iglesia. Esa alegría tiene su fuente en Dios, y, por eso, es para todos. Esta alegría es la que cantó María en su magníficat inaugurando un mundo nuevo. Al cantar y danzar este gozo en el Espíritu, nosotros nos unimos también al sueño que Dios tiene para la humanidad.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
¡Aleluya! 

En este camino, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, viene con nosotros y nos bendice.

En el camino del Adviento, Juan de la Cruz ha sido una luz, nos ha regalado su palabra de testigo y místico. La meta es la Navidad. ¡Feliz camino!

III DOMINGO DE ADVIENTO 2015

“Llevas en tu interior un pequeño cielo donde ha puesto su morada el Dios del amor” (Beata Isabel de la Trinidad).

Entonces, ¿qué hacemos?

En estos nuevos tiempos que nos toca vivir nos preguntamos qué es lo que tenemos que hacer o cómo tenemos que ser, qué nos tiene preparado el Espíritu, a qué nos empuja. Buscamos luz. Buscamos a aquellos, en cuyas vidas percibimos el perfume del Espíritu. Los profetas, con su vida y palabra, son como la antesala de la oración. Ellos pasan, pero dejan fuego y preguntas en el corazón que apuntan al compromiso. Con su palabra apasionada dan un vuelco a estilos de vida acomodados; incomodan pero señalan la Verdad; invitan a caminar. ¿En dónde están esos profetas? ¿En dónde están esos hombres y mujeres que despiertan del letargo y encienden motivaciones hondas para vivir? Nos detenemos un momento para descubrirlos. ¿Qué nos dicen? “El alma más débil es la que más motivos tiene para esperar” (Beata Isabel de la Trinidad).

‘El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo’

Estemos como estemos, nos ponemos en camino. Abrimos el corazón para acoger las propuestas de los profetas de hoy. Dios nos da posibilidades a todos. Nunca es tarde para volver a empezar cuando el camino emprendido era un atajo equivocado que no llevaba a ningún lugar. Los profetas nos señalan cosas concretas: que compartamos con los pobres; siempre hay algo en nuestros armarios que podemos compartir con los necesitados, siempre hay algo en nuestros frigoríficos repletos para aliviar a los que tienen muy poco. Que no robemos ni usemos la violencia. Que tomemos en serio las propias responsabilidades. Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren.  Hacemos una pausa para ver qué podemos compartir ahora mismo. ¿A qué nos empuja, hoy, el Espíritu Santo?El amor no es una palabra abstracta, es vida concreta. Seamos un oasis de misericordia para abrazar a los necesitados. “No dejemos nunca de amar” (Beata Isabel de la Trinidad).      

Él tomó la palabra y dijo a todos: ‘Yo os he bautizado con agua; pero viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias’.

¿Quién llenará de alegría nuestro corazón? ¿Quién nos salvará de nuestra nada? ¿Quién dará respuesta a la inquietud honda que llevamos en la interioridad? Los profetas, hechos a andar en verdad, lo señalan: ‘Viene alguien que es más y puede más’. En ese pondremos los ojos. Nuestra dolencia de amor solo se cura con su presencia y su figura. Él es el rostro de la misericordia. “Vivamos en el centro de nuestra alma donde él habita. Y entonces, hagamos lo que hagamos, viviremos en intimidad con Él” (Beata Isabel de la Trinidad).

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

La venida de Jesús es gratuita, sorprendente, fruto del amor que Dios nos tiene. Su corazón es misericordia. “Entremos por su puerta y dejemos atrás todos los miedo y dudas que nos lo impiden” (Papa Francisco). Jesús nos bautiza con el Espíritu Santo; Él nos compromete en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano. Así queremos vivir la Navidad. “No nos purificamos mirando a nuestra miseria, sino mirando a Cristo que es todo él pureza y santidad” (Beata Isabel de la Trinidad).

I DOMINGO DE ADVIENTO 2015

“El amor no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras” (3Moradas 1,7). 

Habrá señales en el sol…, y en la tierra, angustias de las gentes.

Los signos de los tiempos están ahí, delante de nuestros ojos orantes: crisis de todo tipo, cuerpos mutilados en una tierra herida, refugiados, inmigrantes, enfermedades, crisis de sentido, muerte, pueblos enteros humillados por el ansia de poder… No queremos ni podemos esconderlos. En nuestro camino parece que todo se derrumba, crece la angustia, no hay esperanza. La humanidad pasa por una terrible noche de sentido. Pero, a pesar de todo, nada es más fuerte que nuestra fe en Jesús. Él está en medio de nosotros, ha apostado por nosotros. Jesucristo es el rostro de la misericordia entrañable del Padre. Su Espíritu suscita señales de vida, que muchos acogen y convierten en proyectos solidarios de nueva humanidad.Creemos en ti, Jesús, y por eso confiamos, esperamos. Estamos despiertos ante ti.  

Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.

La fe que más agrada a Dios es la esperanza, porque sabe interpretar los signos como confianza y disponibilidad, tarea misionera y compromiso. En esto consiste nuestro Adviento: en mirar al mundo, porque es nuestro, y en mirar también a Jesús, porque es lo más nuestro, lo que se nos ha dado y no se nos quitará. Solo hay un camino para no caer en la angustia y en el miedo: creer en Jesús como presencia siempre renovada, esperar de Él la salvación. La imagen más fuerte para nuestra oración es la venida de Jesús. Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. Sal a nuestro encuentro, Jesús. Mira nuestra vida con tu misericordia.

Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

Hay momentos, en los que, de un modo más intenso, estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia de Jesús, cuidando la oración contemplativa. Con palabras fuertes, esperanzadoras, Jesús nos atrae hacia Él, el Espíritu nos fortalece y consuela en medio de las pruebas e incertidumbres de estos tiempos. ¡Qué fuerza tan liberadora tiene este mensaje! Hay muchos finales de muerte, pero la meta última es un final de vida, la aventura humana acabará bien porque Dios ama al mundo y ha probado su amor con obras. Frente al pánico está el ánimo animoso del que Dios es tan amigo; frente al cruzarse de brazos está el compromiso por un mundo más humano. Jesús ha creído en nosotros, por eso creemos en nosotros. Su liberación ha quedado dibujada en nuestras entrañas. Ya no es hora de andar encorvados. Solo Tú nos liberas, Señor Jesús.

Estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza… y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.

Despiertos en medio de la noche, orantes siempre, libres para tomar opciones creyentes en esta hora, lúcidos para dejar atrás la mente embotada. No caminamos movidos por el miedo sino urgidos por la esperanza. Merece la pena preparar la Navidad con el Adviento, sin frivolidad ni excesos, con esa sencilla locura de amor de María y José y de todos los pequeños de la tierra. Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Jesús, el rostro de la misericordia, nos espera. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Todo lo miramos con una clave: tu amor fiel y gratuito, Jesús. Así te esperamos. De pie. Con alegría.Marana tha. Ven, Señor Jesús.  

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

“Bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen” (3 Moradas 1,3).

Después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas.

Nos acongoja el sufrimiento, las catástrofes, el dolor de inocentes. También, desde ahí, nos acercamos a la palabra de Jesús. La voz del Amado no pretende meter miedo, sino provocar en nosotros actitudes de conversión. “No hemos recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace gritar: Abbá”. El mundo está en las manos del Padre. Cada uno de nosotros, también. Cuando terminan cosas, en las que habíamos puesto la esperanza, comienza el tiempo nuevo de Jesús. Dios tiene caminos sorprendentes. Gracias a su fidelidad, podemos seguir cantando en medio de tribulación, aunque el rostro del Amado esté escondido. «Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido” (Juan de la Cruz, CB 1).   

Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad.

El futuro, que es Jesús, está viniendo a nosotros en la noche. Viene a nosotros el amor, la misericordia. El Señor es fiel, se acerca. Su luz da sentido a nuestro presente, su feliz resurrección nos llena de alegría. Es hora de aprovechar el tiempo y optar por Él, sin conformarnos con el engaño de lo provisional. Es hora de mantener en el corazón su presencia. La meta orienta nuestros pasos y nuestro hacer consiste en ser ante Él. Porque Jesús viene todo acabará bien, el amor triunfará sobre el odio, la paz sobre la guerra. “Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura” (CB 5).

Aprended lo que os enseña la higuera.

Es hora de mirar para descubrir señales. El rastro de Dios está ante nuestros ojos. Porque Jesús viene, hay primavera, la vida no ha perdido su sentido, todo es parábola de amor y de esperanza, hay milagros. Un canto a la vida sube del corazón habitado por Jesús. Pasamos por la noche, pero no sucumbimos a la oscuridad. Creemos en Dios y creemos en el ser humano. La vida está en gestación. En los signos de los tiempos se asoma una oferta de nueva creación; hay esperanza. El amor, que no ha sido vencido, se despierta para amar y dar fruto. Es hora de dialogar con la realidad que tenemos delante. “¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado” (CB 4).  

Cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca.

Lo mejor está cerca, lo mejor es gracia. En nosotros está el Espíritu. Podemos tratar amistosamente con Jesús cada día porque está dentro de nosotros. En Él encontramos la fuerza para seguir eligiendo vivir las bienaventuranzas. “Todo pasa, Dios no se muda”. Sus palabras permanecen, su amor es fiel. Su palabra nos enamora y nos empuja a vivir y contar la historia de otra manera. Al final pasará la mentira y resplandecerá la verdad; la nueva humanidad, engalanada como una novia para su Esposo, será habitable gracias al amor. Ese final podemos adelantarlo ya ahora. «Y véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y solo para ti quiero tenellos” (CB, 10).