KALENDA 2016

¿QUÉ ES LA KALENDA?

El Martirologio Romano prevé el canto de la Kalenda o pregón navideño en el día de la vigilia de Navidad, en la conclusión de las Laudes o de una hora menor de la Liturgia de las Horas.

En 2008 el Papa Benedicto XVI dispuso que sea cantada al final de la breve vigilia de preparación a la Misa de Nochebuena, antes de que comience la procesión de entrada.

El texto tiene algunas diferencias con el del Martirologio, suponemos que efectuados para adecuarse a los descubrimientos efectuados por la ciencia. Por ejemplo, mientras en el texto del Martirologio dice que el nacimiento de Jesucristo se verificó en el año 5199 de la creación del mundo, el texto moderno trae: «transcurridos innumerables siglos desde la creación del mundo».

EVANGELIO DE LA MISA DE LA NOCHE DE NAVIDAD

Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz, a los hombres, hermosísimo mensaje de parte de Dios, y es la buena voluntad que Dios motiva en los hombres

Podemos suponer muchas cosas de Dios en la expresión “Y en la tierra Paz a los hombres” esta Paz es de Dios a todos nosotros y es armonía, concordia, amistad, y alianza. El sentido del cántico es la glorificación que tiene Dios, que se lo supone viviendo en el cielo, al comenzar la obra redentora con el Mesías en la tierra, y por lo cual se sigue la paz. Esta paz que para el judío era la suma de todos los bienes, y aquí es la suma de todos los bienes mesiánicos, que se van a dispensar a los hombres de buena voluntad en quienes Dios se complace.

Los pastores fueron con presteza. A media hora de camino estaba Belén. El signo se cumple al encontrar lo que los ángeles les anunciaron. Los pastores, aquellos días fuertemente impresionados, lo divulgaron, y la gente se maravilló. En otro tiempo se mandaba a los ángeles para castigar, como cuando fueron enviados a los israelitas, a David, a los sodomitas y al valle de los que lloran (Jud 2) Pero ahora por el contrario cantan en la tierra dando gracias al Señor, “porque se ha dignado manifestar su venida a los hombres”. (San Crisóstomo)

También alaban al Señor porque ponen las voces de su canto en armonía con nuestra redención. “Nos ven recibidos en su gracia y se congratulan que se llene su número”. (San Gregorio Magno, Moralia 28, 4.)

Desean también la paz en la tierra para los hombres, añadiendo: «Y paz en la tierra a los hombres» porque, habiendo nacido el Salvador según la carne, respetan como compañeros ahora a los que despreciaron antes como enfermos y abatidos. (Beda.)

Esta paz, pues, fue hecha por Jesucristo: El mismo nos reconcilió con Dios y con el Padre, perdonando nuestros pecados y pacificando a los dos pueblos en un solo hombre, y componiendo un solo redil de los habitantes del cielo y de la tierra. (San Cirilo Catena aurea ES 9213)

Paz a los hombres de buena voluntad, en EL (Dios) se complace, paz para aquellos que reciben bien el nacimiento del hijo de Dios, El Señor, El Mesías, El Salvador.

Quizás no haya paz para los incrédulos (Is 57), pero sí la hay abundante para los que aman el nombre de Dios.

“GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES EN QUIENES ÉL SE COMPLACE”

Por: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

DOMINGO IV DE ADVIENTO

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO: Mateo 1,18-24

Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil” (Papa Francisco).

María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

Entramos en la admirable espera de María, para esperar con Ella la acción del Espíritu. La Navidad es fruto del Espíritu, danza inacabable de su ternura, paz para un mundo tan herido por la violencia. El Espíritu nos enseña a esperar a Jesús. Con su fuerza y alegría, consentimos que el misterio de amor de Jesús se encarne en nuestra vida y embellezca el mundo con su bondad. Nos abrimos sin temor a la acción del Espíritu, que nos ayuda a entender que “el Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo” (Papa Francisco). Porque Dios se hace hombre por obra del Espíritu, el misterio último de la vida es un misterio de bondad, de bendición y de gracia. “Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra” (Papa Francisco).   

A José, su esposo… se le apareció en sueños un ángel del Señor.

Entramos en la admirable fe de José, para participar confiadamente en el misterio de Dios que se hace cercano en Jesús y todo lo hace bien, incomparablemente bien. No queremos quedarnos sin Misterio por dentro, no queremos una Navidad sin Jesús. En medio de la noche, como san José, acogemos a Jesús: lámpara de nuestra fe, bondad de Dios que aparece ante nuestros ojos. Más allá de nuestras lógicas humanas, abrimos la puerta a Jesús, que trae la más alta sabiduría. ”Que el Niño Jesús dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo” (Papa Francisco).  

Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’.

Nos acercamos al icono de María para empaparnos del amor que Dios nos tiene, para entrar en la revolución de la ternura. Jesús es el Dios con nosotros, el Dios que habita nuestra interioridad. ¡Qué admirable cercanía! ¿Hay algo más bello y grande en esta vida? No estamos solos, no estamos perdidos en el mundo. Una corriente de amor, que atraviesa el tiempo y el espacio, viene a nuestro encuentro y toca lo más íntimo de nuestro ser. ¿Qué es  una Navidad sin nombrar a Jesús? Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor. “Donde nace Dios, florece la misericordia, que sana las heridas y vence el mal” (Papa Francisco).   

Cuando José se despertó… se llevó a casa a su mujer.

Entramos en la casa de José y de María, la casa de la ternura y del perdón a manos llenas, la casa de la esperanza que colma todas nuestras fatigas, la casa de Jesús, manantial de alegría que mana sin cesar. Gracias a José y a María, también nosotros podemos llevar el misterio de Jesús a nuestra casa. Y al sentir cómo nos enamora y embellece, celebrar la Navidad con el gozo y la gratitud, la adoración y el anuncio misionero, la justicia y el servicio a los más pobres. “Donde nace Dios, nace la esperanza, y donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad” (Papa Francisco).

¡Feliz Navidad!

San Juan de la Cruz

Celebramos hoy a San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia, místico, poeta. Cantor de la hermosura de Dios. Su doctrina nos siga iluminando en nuestra respuesta de amor a Dios que nos amó primero. Feliz día.

 

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De la Canción 37 del Cántico Espiritual:

HAY MUCHO QUE AHONDAR EN CRISTO

«Por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir y aun por entender, y así hay mucho que ahondar en Cristo, porque  es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van hallando en cada seno nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá.»

De la Canción 5 del Cántico Espiritual:

LAS CRIATURAS SON TODAS BELLAS

«Dios crió todas las cosas con gran facilidad y brevedad y en ellas dejó algún rastro de quien él era, no sólo dándoles el ser de nada, mas aun dotándolas de innumerables gracias y virtudes, hermoseándolas con admirable orden y dependencia indeficiente que tienen unas de otras, y esto todo haciéndolo por la Sabiduría suya, por quien las crió, que es el Verbo, su unigénito Hijo. […] Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural: lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y por consiguiente, a  todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.»

 

 

 

DOMINGO III DE ADVIENTO

Evangelio: Mateo (11,2-11): El reino es salvación, ¡no condenación!

III.1. El texto de hoy del evangelio viene a ser como el colofón de todos estos planteamientos proféticos que se nos piden. Sabemos que Jesús era especialmente aficionado al profeta Isaías; sus oráculos le gustaban y, sin duda, los usaba en sus imágenes para hablar de la llegada del Reino de Dios. Mateo (que es el que más cita el Antiguo Testamento), en el texto de hoy nos ofrece una cita de Is. 35,5s (primera lectura de hoy) para describir lo que Jesús hace, como especificación de su praxis y su compromiso ante los enviados de Juan. Es muy posible que en esta escena se refleje una historia real, no de enfrentamiento entre Juan y Jesús, pero sí de puntos de vista distintos. El reino de Dios no llega avasallando, sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una semilla que crece misteriosamente. pero está ahí creciendo misteriosamente. El labrador lo sabe. y Jesús es como el «labrador» del reino que anuncia. El evangelista Mateo ha resaltado que Juan, en la cárcel, fue informado de las obras de Mesías (no dice sencillamente Jesús, ni el término más narrativo del Señor, como hace Lucas 7,24). Y por eso recibe una respuesta propia del Mesías.

III.2. El Bautista, hombre de Antiguo Testamento, está desconcertado porque tenía puestas sus esperanzas en Jesús, pero parece como si las cosas no fueran lo deprisa que los apocalípticos desean. Jesús le dice que está llevando a cabo lo que se anuncia en Is 35, y asimismo en Is 61,1ss. Jesús está movilizando esa caravana por el desierto de la vida para llegar a la ciudad de Sión; está haciendo todo lo posible para que los ciegos de todas las cegueras vean; que todos los enfermos de todas las enfermedades contagiosas del cuerpo y el alma queden limpios y no destruidos y abandonados a su suerte. El reino que anuncia, y al que dedica su vida, tiene unas connotaciones muy particulares, algunas de las cuales van más allá de lo que los profetas pidieron y anunciaron.

III.3. Finalmente añade una cosa decisiva: ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí! (v.6). Esta expresión ha sido muy discutida, pero gran mayoría de intérpretes opina que se refiere concretamente al Bautista. Ésa es la diferencia con Juan, por muy extraña que nos parezca; porque entre Jesús y Juan se dan diferencias radicales, a pesar del elogio tan manifiesto de nuestro texto (vv.9-10): uno anuncia el juicio que destruye el mal (como los buenos apocalípticos) y el otro (como buen profeta) propone soluciones. Ésa es la verdad de la vida religiosa: los apocalípticos tiene un sentido especial para detectar la crisis de valores, pero no saben proponer soluciones. Los profetas verdaderos, y Jesús es el modelo, no solamente detectan los males, sino que ofrecen remedios: curan, sanan, ayudan a los desgraciados (culpables o no), dan oportunidades de salvación. Nosotros hemos tenido la suerte de nacer después de Juan y haber escuchado las palabras liberadoras del profeta Jesús.

Fray Miguel de Burgos Núñez, O.P. 
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

DOMINGO II DE ADVIENTO

Este Evangelio se compone de dos partes muy distintas: el relato de la embajada de los discípulos de Juan Bautista (vv. 2-6) y el elogio de este último por el mismo Cristo (vv.7-10).

a) La embajada de los discípulos del Bautista lleva el encargo de investigar si Cristo es realmente «el que tiene que venir». Hay que comprender esta última expresión en el sentido que le da Juan Bautista. Está tomada de Is 40, 10 (pasaje que el Precursor conoce bien, puesto que cita ya el v. 3 en Mt 3, 3), en donde la venida del Mesías va acompañada de fuerza y de violencia. Ahora bien, para Juan Bautista no hay lugar a duda de que el Mesías que él anuncia será particularmente violento (Mt 3, 11). El Mesías, en efecto, debe hacer su aparición dentro del aparato terrible de un día de Yahvé.

Pues bien, Cristo desmiente esa espera poniendo de relieve que sus obras mesiánicas están todas ellas hechas de dulzura y de salvación: en lugar de juzgar y de condenar, cura y libera.

Aunque, por otro lado, en todo eso no hay nada que no esté previsto por la Escrituras y esté en conformidad igualmente con la esperanza mesiánica (cf. Is 61, 1; 35, 5-8). Pero hay dos conceptos opuestos del mesianismo que en aquella época se repartían al pueblo elegido: los unos esperaban los últimos tiempos como tiempos de poder y de violencia; los otros, como tiempos de liberación y de felicidad. Oponiéndose a los discípulos de Juan, Cristo revela un estilo de vida que constituye un problema para ellos y que no dejará de producir escándalo hasta tanto no se penetre en el misterio del Hombre-Dios sobre la cruz. Eso es precisamente el alcance del v. 6 (cf. Mt 13, 54-57; 16, 20-23; 26, 31-33, y , sobre todo, 1 Cor 1, 17; 2, 5). Si se produce el escándalo a causa de Cristo, aun comprendiendo que da cumplimiento a tal o cual profecía, es porque en El se ha producido algo inesperado, algo que ninguna profecía podía prever: el misterio del Hombre-Dios.

b) Ni el mismo Juan Bautista ha podido prever este aspecto inesperado de la personalidad de Cristo. Y precisamente Jesús consagra su elogio del Precursor a demostrarlo.

Para preparar a su auditorio a la idea de que el Bautista es un profeta, Jesús utiliza una serie de imágenes: el contraste entre gentes bien vestidas y el hombre vestido de pelos de camello (Mt 3, 4; 2 Re 1-8), entre el profeta que no tiembla y la caña frágil (Jer 1, 17-19). Juan es incluso más que un profeta: es el mayor de los profetas: citando Mal 3,1 y Ex 23, 20, Jesús define, en efecto, la misión del precursor como la de un servidor que conduce al pueblo de Dios hacia la tierra tanto tiempo prometida. Y, sin embargo (v. 11), Juan es el personaje más pequeño del reino. Esta observación es capital para la comprensión del verdadero alcance del Evangelio. Juan es el mayor del Antiguo Testamento, pero, en cuanto tal, se mueve aún dentro de una interpretación demasiado humana y demasiado específicamente judía de las profecías. Por eso es el más pequeño en el reino: le falta, en efecto, la inteligencia del estilo absolutamente inesperado que Cristo introduce con su existencia de Hombre-Dios.

Las dos partes del Evangelio, por tanto, se complementan: no basta con comprender que Cristo y su Precursor dan cumplimiento a las Escrituras, ni con definirlas partiendo de las profecías antiguas. Y se es el más pequeño en el Reino cuando uno se detiene ahí, sin llegar a penetrar en el misterio de la personalidad de Cristo. Este no es tan solo el final de una cadena de pobres espirituales, de la que Juan sería el penúltimo eslabón (vv. 8-9); Jesús es «ontológicamente» pobre por su obediencia humana y divina al Padre, y su pobreza hasta la cruz no es más que la repercusión terrestre de su situación eterna de absoluta dependencia de Hijo respecto al Padre.

Después de Cristo, los hombres pueden alcanzar esa pobreza de los hijos de Dios merced a su dependencia del Padre, y la Eucaristía que celebran, proponiéndoles que se dejen guiar por la iniciativa del Padre, les capacita para esa aventura.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 111