Jesús es la Vid verdadera.

 Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor.

«El silbo del Pastor según Santa Teresa»

«Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia, quiérelos tornar a él y, como buen pastor, con un silbo tan suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y métense en el castillo.

3. Paréceme que nunca lo he dado a entender como ahora, porque para buscar a Dios en lo interior (que se halla mejor y más a nuestro provecho que en las criaturas, como dice San Agustín que le halló, después de haberle buscado en muchas partes), es gran ayuda cuando Dios hace esta merced.

Y no penséis que es por el entendimiento adquirido procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo puede hacer (con el favor del Señor, se entiende, todo).

Mas lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces, antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor. Que no fue por los oídos, que no se oye nada, mas siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior, como verá quien pasa por ello, que yo no lo sé aclarar mejor.

Paréceme que he leído que como un erizo o tortuga, cuando se retiran hacia sí, y debíalo de entender bien quien lo escribió. Mas éstos, ellos se entran cuando quieren; acá no está en nuestro querer sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para mí que cuando Su Majestad la hace, es a personas que van ya dando de mano a las cosas del mundo.

No digo que sea por obra los que tienen estado que no pueden, sino por el deseo, pues los llama particularmente para que estén atentos a las interiores; y así creo que, si queremos dar lugar a Su Majestad, que no dará sólo esto a quien comienza a llamar para más.

4. Alábele mucho quien esto entendiere en sí, porque es muy mucha razón que conozca la merced, y el hacimiento de gracias por ella hará que se disponga para otras mayores.»

De las Moradas Cuartas, capítulo tercero, 2-3

«Paz a vosotros»

Jesús sigue manifestando que está vivo. Los discípulos de Emaús contaron a los otros cómo lo «habían reconocido al partir el pan». Pero Jesús en este Evangelio vuelve a revelarse a todos. Qué paz les harían sentir sus palabras: «Paz a vosotros».

Observar los sentimientos que surgen en los discípulos hace pensar en la perplejidad causada en ellos, pues el que resucitó es el mismo que murió en la cruz de forma terrible, hasta el punto de dispersarse todos. Ahora sus mentes se abren, comprenden las palabras del Maestro, cobran valor: se llenan de alegría…pasado ya el miedo por la sorpresa. Un miedo esfumado por la gracia del Espíritu Santo recibido.

Ahí tenemos a San Pedro en los Hechos de los apóstoles dando valiente testimonio de que «vosotros matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos». «Aunque sé que lo hicisteis por ignorancia»…

GRACIAS, JESÚS, CONOCERTE ES GUARDAR TU PALABRA. 1 Jn. «Os escribo esto, -sigue diciéndonos Juan-, para que no pequéis, pero si uno peca tiene a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo».

«Oh, feliz culpa que mereció tal redentor». (Del pregón pascual)

Feliz Domingo.

«Eterna es su misericordia».

El II domingo de Pascua, se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por san Juan Pablo II.

Las palabras de Jesús a sus discípulos: «Paz a vosotros» siguen resonando en nuestro corazón a la vez que nos sentimos alegres por su Resurrección. Su victoria sobre la muerte. «No temáis», nos dice también.

Hoy a Tomás le da el testimonio de su humanidad crucificada y glorificada. Es el mismo que murió en la Cruz. Es el Señor. Tomás necesitaba verlo y tocarlo. Y creyó. Y así fue para nosotros la bienaventuranza de «dichosos los que creen sin haber visto.» La fe realmente va más allá de lo que se ve y se toca.

Seguimos en la alegría pascual por el triunfo del Señor. Por su cercanía con los discípulos dándoles continuas muestras de que está vivo. «Aleluya».

PRIMERA LECTURA

Todos pensaban y sentían lo mismo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-35

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.

Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 117, 2-4. 16ab-18. 22-24 (R.: 1)

R. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

O bien:

R. Aleluya

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

SEGUNDA LECTURA

Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo

Lectura de la primera carta de apóstol san Juan 5, 1-6

Queridos hermanos:

Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él.

En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.

Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.

Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Palabra de Dios.

Aleluya Jn 20,29

Porque me has visto, Tomás, has creído,
—dice el Señor—.
Dichosos los que crean sin haber visto.

EVANGELIO

Porque me has visto, Tomás, has creído, —dice el Señor—. Dichosos los que crean sin haber visto.

 Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

—«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

—«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envió yo».

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

—«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

—«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

—«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

—«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

—«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

—«¡Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

—«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

«Bendito el que viene en nombre del Señor».

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:

—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto”».

Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:

—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?».

Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:

—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.

Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.

¡Hosanna en el cielo!».

Palabra del Señor.

José a Dios contempla

5. Padre de la valentía creativa

Si la primera etapa de toda verdadera curación interior es acoger la propia historia, es decir, hacer espacio dentro de nosotros mismos incluso para lo que no hemos elegido en nuestra vida, necesitamos añadir otra característica importante: la valentía creativa. Esta surge especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener.

Muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero “milagro” con el que Dios salvó al Niño y a su madre. El cielo intervino confiando en la valentía creadora de este hombre, que cuando llegó a Belén y no encontró un lugar donde María pudiera dar a luz, se instaló en un establo y lo arregló hasta convertirlo en un lugar lo más acogedor posible para el Hijo de Dios que venía al mundo (cf. Lc 2,6-7). Ante el peligro inminente de Herodes, que quería matar al Niño, José fue alertado una vez más en un sueño para protegerlo, y en medio de la noche organizó la huida a Egipto (cf. Mt 2,13-14).

De una lectura superficial de estos relatos se tiene siempre la impresión de que el mundo esté a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. Incluso nuestra vida parece a veces que está en manos de fuerzas superiores, pero el Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret, que sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia.

Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar.

Es la misma valentía creativa que mostraron los amigos del paralítico que, para presentarlo a Jesús, lo bajaron del techo (cf. Lc 5,17-26). La dificultad no detuvo la audacia y la obstinación de esos amigos. Ellos estaban convencidos de que Jesús podía curar al enfermo y «como no pudieron introducirlo por causa de la multitud, subieron a lo alto de la casa y lo hicieron bajar en la camilla a través de las tejas, y lo colocaron en medio de la gente frente a Jesús. Jesús, al ver la fe de ellos, le dijo al paralítico: “¡Hombre, tus pecados quedan perdonados!”» (vv. 19-20). Jesús reconoció la fe creativa con la que esos hombres trataron de traerle a su amigo enfermo.

El Evangelio no da ninguna información sobre el tiempo en que María, José y el Niño permanecieron en Egipto. Sin embargo, lo que es cierto es que habrán tenido necesidad de comer, de encontrar una casa, un trabajo. No hace falta mucha imaginación para llenar el silencio del Evangelio a este respecto. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José sea realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria.

Al final de cada relato en el que José es el protagonista, el Evangelio señala que él se levantó, tomó al Niño y a su madre e hizo lo que Dios le había mandado (cf. Mt 1,24; 2,14.21). De hecho, Jesús y María, su madre, son el tesoro más preciado de nuestra fe [21].

En el plan de salvación no se puede separar al Hijo de la Madre, de aquella que «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con su Hijo hasta la cruz» [22].

Debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a nuestra custodia. El Hijo del Todopoderoso viene al mundo asumiendo una condición de gran debilidad. Necesita de José para ser defendido, protegido, cuidado, criado. Dios confía en este hombre, del mismo modo que lo hace María, que encuentra en José no sólo al que quiere salvar su vida, sino al que siempre velará por ella y por el Niño. En este sentido, san José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María [23]. José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia, sigue amparando al Niño y a su madre, y nosotros también, amando a la Iglesia, continuamos amando al Niño y a su madre.

Este Niño es el que dirá: «Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 25,40). Así, cada persona necesitada, cada pobre, cada persona que sufre, cada moribundo, cada extranjero, cada prisionero, cada enfermo son “el Niño” que José sigue custodiando. Por eso se invoca a san José como protector de los indigentes, los necesitados, los exiliados, los afligidos, los pobres, los moribundos. Y es por lo mismo que la Iglesia no puede dejar de amar a los más pequeños, porque Jesús ha puesto en ellos su preferencia, se identifica personalmente con ellos. De José debemos aprender el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre.

(De la Carta apostólica Patris corde del Papa Francisco)

«Tanto amó Dios al mundo».

SEGUNDA LECTURA

Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10

Hermanos:

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo —por pura gracia estáis salvados—, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.

Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.

Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

Palabra de Dios.

Un signo de Jesús

Juan en su Evangelio ha querido dejar plasmado el relato de la expulsión de los vendedores del Templo. Según Benedicto XVI es un signo de Jesús «para enseñarnos la importancia de despejar espacio para la adoración».

Los capítulos 2-12 de Juan son llamados el «libro de los signos»; éste significa que con Jesús todo comienza de nuevo. Él es el verdadero templo. Él es la plenitud, puesto que Jesús purifica el culto del Templo. Él es el verdadero Templo y nos llama a todos a vivir en Él esta plenitud.

Los Evangelios sinópticos colocan la expulsión de los mercaderes del Templo al final, Juan en cambio lo hace al principio, como hecho premonitorio de que Jesús inicia su ministerio apuntando ya a la sustitución de las instituciones judías de culto.

Feliz domingo III de Cuaresma.

«Este es mi Hijo, el Amado. Escuchadle.»

Domingo segundo de Cuaresma en el que contemplamos a Jesús transfigurado en el Monte Tabor en presencia de sus tres discípulos Pedro, Juan y Santiago. Y en compañía, por aparición, de Moisés y Elías. La Ley y la Profecía representada por ellos ve su cumplimiento en la Persona de Cristo.

Era necesario este testimonio para los discípulos, que no podían entender que un poco antes Jesús les anunció su Muerte y su Pasión, a lo que Pedro le dijo que no podía ocurrirle eso, que no se podía consentir. Después de la visión tampoco entendían nada, y, es más, discutían qué quería decir eso de resucitar de entre los muertos.

La gloria del Señor está velada por su humanidad y nuestros sufrimientos, pruebas, sacrificios, todo tiene un halo de gloria que lo acompaña aunque no lo veamos. El Misterio de su Muerte Pasión y Resurrección da sentido a nuestras vidas. A todo cuanto en nuestro camino se ofrece para atravesar, a veces sin entender.

Seguimos el itinerario que la Iglesia nos ofrece como catequesis para recorrer este camino cuaresmal que se nos regala un año más.

Domingo I de Cuaresma

Comentario al Evangelio del domingo, 18 de febrero de 2024

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Alejandro Carbajo, CMF

Queridos hermanos, paz y bien.

Nos saluda el primer domingo de la Cuaresma de este año 2024. Y lo hace con el final del diluvio y con el desierto. Porque todos los años el primer domingo de Cuaresma nos vamos al desierto con Jesús, a verle superar las tentaciones.

El amor de Dios a la humanidad es eterno. Al final del diluvio, se presenta el nuevo mundo, con la garantía de que Dios no volverá a destruirlo. La familia, la naturaleza, todo adquiere un nuevo color, a la luz del amor de Dios. A pesar de las dificultades. A pesar de que no todo va como debería. Dios es fiel, guarda siempre su alianza.

El desierto, por su parte, es el lugar de discernimiento, formación y maduración. En el silencio, podemos pensar en lo que Dios quiere para cada uno. Fue en el desierto donde el pueblo de Dios tomó conciencia de que eran los elegidos por el Señor. Cuarenta años de éxodo, de pruebas, de luchas y problemas, para salir fortalecidos y unidos.

Después del desierto, el mismo Jesús, tras la prueba, se dirige a Galilea, para comenzar su anuncio de salvación: el anuncio del Reino de Dios. Todo después de que arrestaran a Juan Bautista. Desde el comienzo, el martirio presente. Desde el comienzo, están presentes las tentaciones. Y ni esa dimensión martirial, ni la amenaza del demonio desaparecen durante toda la vida de Jesús. Le acompañan permanentemente, como nos acompañan a nosotros. Pecado y esperanza, muerte y vida caminando de la mano, para que podamos optar.

Recuerdo la homilía de uno de mis profesores en el Seminario. Él nos recordó que, durante la celebración de la Vigilia Pascual, cuando llegue el momento, se nos harán unas preguntas. No es un interrogatorio ante el juez; y tampoco es un examen como los que hacíamos en el colegio o en la Universidad. En realidad, cuando consultas el Misal Romano, ves que son unas preguntas muy fáciles de responder. Pero, a la vez, muy difíciles, porque te obligan a tomar una postura concreta ante la vida, si respondes con sinceridad. Conocemos las preguntas y lo que hay que responder. A todas las preguntas se responde con un “sí”. Lo que cambia es el verbo que se añade en cada caso. A las tres primeras, el verbo “creo”. A las tres últimas, el verbo “renuncio”. Sí, creo y sí, renuncio.

¿Hay algo más fácil y, a la vez, más difícil de responder? ¿Creo de verdad en Dios Padre? Ésa es la primera pregunta. Y sigue el ritual, ¿creo de verdad en Jesucristo? ¿Creo en el Espíritu Santo? ¿Hasta qué punto puedo decir que confío en Dios, que pongo mi vida en sus manos? ¿Quién es Jesús para mí de verdad, vivo para Él, es el faro de mi vida? ¿Siento que el Espíritu Santo me va llevando, creo de verdad que es mi luz, que Él me orienta en los momentos de dificultad? Aquí ya hay motivo para la reflexión.

Lo mismo puede decirse de las renuncias. A Satanás, a sus obras y a sus seducciones. Decir que “sí” es fácil. Como elegir entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr. Dt 30, 15). No hay que pensar mucho. Vivir conforme a la palabra dada, no tanto. Hay que renovar la elección cada día. Sin perder de vista al modelo, Jesucristo. Otro punto para pensar.

Si vemos la Cuaresma mirando al final, desde esta perspectiva, entonces tenemos cuarenta días para orar, meditar y preparar nuestras respuestas. En la noche de Pascua, el treinta y uno de marzo, podremos decir con más conocimiento “sí, creo” y “sí, renuncio”. Cada uno, según sus capacidades, su madurez humana y religiosa en ese momento.

A esto nos invita Jesús en el Evangelio. Es a lo que se nos invitaba el Miércoles de Ceniza, cuando se nos dijo “convertíos y creed en el Evangelio”. El testimonio de Cristo nos ayuda. Él, que superó la prueba, nos invita a mirarlo, a seguirlo y volvernos a Dios, acogiendo esa Buena Nueva.

Desde pequeñitos, la mayoría sabemos en qué se concreta la llamada de la Iglesia durante la Cuaresma: oración, ayuno y limosna. Tres lados de un mismo triángulo, que se apoyan el uno en los otros. Orar, sobre todo con la Palabra de Dios. Darle a esa Palabra cada día un tiempo noble, digno, para meditarla. Las lecturas de la Misa de cada día, o la Biblia, por ejemplo, leyendo el Evangelio de Marcos, el de este ciclo, llenarnos de su mensaje y orar con esas palabras de vida. Así aprendemos también a creer en la Buena Noticia.

Ayunar, para el hombre moderno, quizá no sea sólo privarse de algún alimento. Si no nos obliga el colesterol, puede que lo haga el deseo de adelgazar o las modas, o simplemente el deseo de vernos mejor. Para el cristiano del siglo XXI, puede ser bueno ayunar un poco de televisor, de revistas, de alguna compra innecesaria, del móvil… Puede que sea interesante revisar algunos afectos desordenados, que nos atan, también.

En cuanto a la limosna, es bueno pensar a quién puedo ayudar con lo que me he ahorrado de comida o de compras. Y pensar en qué puedo usar ese tiempo que he ahorrado al ver menos series o perder menos tiempo con el teléfono móvil. Ese dinero y ese tiempo se pueden consagrar a los que están muy necesitados de pan o de cercanía. Y, si las fuerzas no nos dan para ser voluntarios, pues a rezar tocan por los necesitados.

De esta manera, el triángulo oración – ayuno – limosna estará completo, e iremos dando pasos en la buena dirección, para responder con más seguridad y mejor conciencia a las preguntas que nos hará el presidente de la celebración en la noche de la Vigilia Pascual.

Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F